Desde hoy Tallinn ha cerrado la ciudad por corona (ya tocaba). Así que mañana me mudo a Tartu. Donde está todo abierto y podré seguir yendo al gimnasio y a las cafeterías a trabajar.
Considero frugal. La semana pasada me compré unas botas de invierno pero hacía al menos un año que no me compraba nada tipo así. Pero gasto un “montón” en cafeterías. ¿Cómo puedo llamarme frugal si podría ahorrarme perfectamente la mensualidad de los cafés diarios?
Pues porque es mi sistema.
Me levanto, me visto, me voy directo a la cafetería y desde el momento que tengo mi café en la mano… ya estoy con “modo on” para trabajar a tope.
Por esto sólo bebo café cuando estoy con el portátil. Para vincularlo con la acción de trabajar.
Esto también significa que sólo trabajaré hasta cierta hora del mediodía porque por temas de cafeína no bebo café por la tarde. Así que me fuerzo a hacer lo más productivo e “intelectual” por la mañana porque sé que después las horas de la tarde irán destinadas a otra cosa.
Como se dice en el libro de Hábitos Atómicos: “los incentivos pueden empezar un hábito, pero la identidad es lo que nos hace mantenerlo”.
El incentivo es el café y la cafeína. La identidad es la necesidad de ser productivo.
Pero aunque tenga bloqueadas las primeras horas de la mañana para trabajar, no me estipulo exactamente lo que tengo que hacer. A veces tengo ganas de escribir, a veces tengo ganas de editar, a veces de planear, a veces de mandar… Intentando combinar la lógica y el sistema con el sentimiento de ese día.
Eso es lo que hablábamos ayer en el podcast con José Pascual. De lo que cuesta a veces ponerse pero que cuando se ha llegado allí, hay como ese “éxtasis” que convierte el trabajo en el que estás sumergido en una bola de nieve de productividad… hasta que llegas al final, terminas, la bola de nieve se para y tienes que preparar otra para tu próximo producto/trabajo.
¿Cómo tener ese éxtasis antes de empezar a trabajar para poder así llegar a ese momentum? Yo creo que he convertido el portátil en una adicción porque el café también lo es. Se me hace muy difícil desconectarlos, así que sólo el sentarme allí con el café ya siento el éxtasis… si he dormido bien, claro.
